¿DÓNDE GUARDAS TU EMOCIÓN?
OS DEJAMOS INFORMACIÓN PARA PODER ENSEÑAR A LOS HIJOS/AS Y GESTIONAR LAS EMOCIONES
Para dar nombre a una emoción, lo primero que debes hacer es atender al síntoma físico que la introduce: localízalo en tu cuerpo y observa su desarrollo. Nos referimos a la ‘sensación’, ese cúmulo de energía que se acumula en cierta zona de nuestro físico como respuesta a algún estímulo exterior o interior.
Descubre que el enfado y la tristeza no nacen en el mismo lugar ni tienen la misma temperatura, ni ‘color’ ni trayectoria… Por ello, escucha tu sensación; ¡Escucha a tu cuerpo! y pregúntate ¿Dónde sientes lo que sientes?, ¿Cómo es esa sensación?,¿caliente ?, ¿fría?
Cuando sepas dónde nace cada una y cómo es habrás desarrollado gran parte de la Inteligencia Emocional de tu alumno. Lo habrás entrenado para escuchar el primer indicio emocional en su cuerpo.
Entonces obtendrá grandes ventajas:
1. Tendrá más tiempo de reacción para gestionar la emoción y manejarla mejor, al identificarla ya desde el comienzo.
2. Sabrá a ciencia cierta qué le está pasando y podrá evitar la archiconocida frase: «me encuentro mal, pero no sé lo que me pasa».
3. Al saber lo que le pasa podrá responsabilizarse de lo que le ocurre y actuar en consecuencia.
4. Mejorará su grado de autoconocimiento observando las cosas que le afectan y las que no.
Juega a ¿Dónde guardas tu emoción?
Os proponemos un juego ideal para todas las edades, y también para practicarlo con toda la familia, con el que potencias también el oído y la sensibilidad musical. Es un entrenamiento que debes practicar al menos una vez por semana. Al principio notarás una falta de sensibilidad generalizada, pero con la constancia lograrás que empiecen a identificar. Vivimos en una cultura en la que el cuerpo no es mirado como lo que es, no sólo una valiosa herramienta, sino una maravillosa fuente de información y conocimientos.
Foto: YaiYoga
Materiales:
1. Hazte con un repertorio musical variado que abarque todos los estados anímicos. Te propongo algunos ejemplos para empezar a indagar. Hasta 7 años puedes trabajar con las emociones básicas. Es importante que las piezas tengan fuerza dramática y profundidad expresivas y que la calidad y el volumen en la emisión sean adecuados.
Alegría («Júpiter», de Holst…)
Tristeza («Claro de luna», Beethoveen),
Miedo («Réquiem por un sueño», «Drácula»…)
Enfado (B.S.O Espartaco, Stanley Kubrick)
2. Para niños de 7 años en adelante, sírvete de un emocionario. Estos libros son ideales para diferenciar con exactitud los distintos matices emocionales. Busca melodías que se acerquen al estado anímico que buscas.
Pautas para los docentes/familias:
1. Diles a tus alumnos/hijos que cierren los ojos y se tumben boca arriba. Esto les ayudará a estar más atentos/a las sensaciones corporales internas.
2. Anímales a que sientan la música habitando su cuerpo; busca un equilibrio entre escucha interna (hacia tu cuerpo) y externa (hacia la música).
3. Pídeles que observen donde nace la sensación, por imperceptible que sea. Lo interesante no es que les digas dónde se experimenta cada una, sino que ellos mismos lo averigüen. Una vez más, no se trata de pensar, sino de sentir. ¡Investiga!, ¡Escucha a tu cuerpo! Continuamente te lanza información, sólo tienes que escucharla. Así se trabaja en ciertas terapias, como la Gestalt. Nadie te dice nada hasta que tú lo descubres por ti mismo. Siempre hay tiempo para leer un manual.
4. ¿Cómo es esa sensación? Pídeles que imaginen un color, una temperatura (¿caliente o fría?), una trayectoria (que observen si va creciendo y hasta qué zona se extiende).
5. Diles que pongan nombre a esa sensación. Identifica la emoción: tristeza, alegría, enfado, miedo…
6. Puesta en común: colocaos en círculo después de haber escuchado la pieza para compartir cada uno su experiencia (lugar, color, trayectoria y nombre de la emoción).
7. Acaba la actividad dando el nombre y el autor de la pieza musical para trabajar también el aspecto cognitivo y ampliar los conocimientos musicales de tus alumnos o de tu shijos.
8. Por último, te animo a que tú mismo participes en esta divertida y profunda actividad con tus alumnos o hijos; nada mejor que hacerlos vibrar con tu motivación y ejemplo y así fortalecer el vínculo con ellos.
Si no es así, y decides observarlos durante el desarrollo de la actividad, sería bueno que les hicieras una devolución de gestos, posturas y grados de tensión que hayan manifestado durante el ejercicio. Por ejemplo; “durante la audición de «xxx», vi cómo cerrabas los puños y apretabas las mandíbulas”. Esto les dará más pistas de la emoción experimentada. Hay niños a los que por carácter y educación les cuesta más conectar con sus sensaciones físicas. No dejes que se desanimen, simplemente necesitan más tiempo. Persiste en el entrenamiento animándolos con cariño y entusiasmo.
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