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miércoles, 29 de marzo de 2017

MI HIJO SE ENFADA Y PEGA

¿QUÉ DEBO HACER?
¿Cuando son los hijos quienes agreden física o verbalmente a los padres, cómo debo actuar?

En estos casos, la víctima suele ser la madre y generalmente no ocurre porque la familia esté desestructurada, los padres sean demasiado autoritarios o tengan un bajo poder adquisitivo. Entonces, ¿qué lleva a un niño a agredir e insultar a sus padres?
Por qué algunos niños pegan e insultan a sus padres


Todos hemos visto en alguna ocasión a un niño que, en medio de una gran rabieta, intentaba empujar o golpear a sus padres, e incluso insultarles. Son situaciones delicadas, en las que muchos padres se quedan petrificados u otros reaccionan con violencia, pero, sobre todo, no entienden por qué sus hijos tienen esas reacciones agresivas.

Al margen de aquellos casos en que la razón es biológica y está asociada a algún trastorno, las estadísticas muestran que estos niños no tienen unos padres muy autoritarios, tampoco provienen de familias separadas o de aquellas con un nivel socioeconómico bajo. El principal problema es la falta de normas y límites en la educación. Son niños que reciben una educación demasiado permisiva en la que mantienen una jerarquía de igual a igual con sus padres. Son niños tiranos y mandones, con una baja tolerancia a la frustración, no aceptan un no por respuesta, son impulsivos y manifiestan poco apego hacia los demás. 
Qué hacer si el niño agrede e insulta a los padres

Los estudios revelan que los niños que desarrollan conductas agresivas a temprana edad tienen la tendencia de continuar este comportamiento cuando son mayores, para frenarlo los padres podemos: 

- Establecer normas y límites: dejar el consabido 'pórtate bien' y explicarles qué esperamos de ellos y cómo se han de comportar. No hace falta inundarles a normas, pero sí establecer unas básicas que comprendan y que respeten.

- No razones cuando está en plena explosión: el momento de la rabieta no es el más adecuado para dialogar. En esos momentos intentaremos que no se hagan daño a ellos mismos, a otros niños o a nosotros y esperaremos a que haya pasado la pataleta para hacerles comprender por qué no está bien lo que hicieron.

- No reaccionar con violencia: si gritamos, pegamos o insultamos a nuestros hijos, ellos imitarán esas conductas violentas. Asumirán el maltrato como algo normal.

- Estimular el vínculo: hacerles saber cuánto les queremos, participar de sus aficiones, hablar con ellos, mostrarles afecto, en definitiva, fomentar también la inteligencia emocional en nuestros hijos y el apego es fundamental.

- Controlar su impulsividad: debemos ser un ejemplo en ese sentido, además hemos de establecer consecuencias para que ellos entiendan cuándo no actuaron bien o incluso podemos enseñarles a seguir instrucciones paso a paso, haciendo juegos o recetas de cocina, para que ellos aprendan a autocontrolarse.

- Educar en la empatía: enseñarles a ponerse en el lugar del otro es básico para que controlen esa agresividad y persistan en su actitud hiriente hacia los demás.

4 ejercicios básicos para frenar la agresividad de los niños

Estos comportamientos agresivos son muy comunes a edades tempranas entre los 2- 4 años y si no se canalizan de forma adecuada puede observarse en edades posteriores. 

Lo primero será utilizar cualquier oportunidad que se presente para enseñarle cómo debería actuar ante esta situación que le produce tanto enfado. Puede ser enseñado tanto por ti como su profesor o cualquier adulto con el que tenga un vínculo. Algunos ejercicios que pueden ayudar a que la situación mejore será:

1. Canciones: Este ejercicio está indicado sobretodo para edades entre 2-4 años. Es difícil enseñar las consecuencias que tiene lo que hacen. Aunque siempre es bueno cuando se produce el daño tener un tono serio y retirarle la mano o los dientes si nos intenta hacer daño, será igualmente importante explicarle más tarde que esas conductas nos disgustan. Así que de igual modo que le cantas canciones infantiles, ¿por qué no cantarle para que sirve cada parte del cuerpo? Por un lado, conseguiremos que se relaje utilizando esa canción y por otro, al repetirle siempre lo mismo comprenderá que no es para eso. Por ejemplo, los brazos sirven para abrazar, las manos para acariciar, los dientes para comer… Y así según las conductas que haga.

2. Palo de hablar: Conseguir que tenga una conducta más dialogante ante un conflicto cuando son más mayores (a partir de los 5- 6 años) puede resultar muy difícil, por eso, nos podemos servir de un palo de lluvia o incluso un reloj de arena para fomentar que respete el turno, practique el tono para dirigirse a los demás y se acostumbre a escuchar al resto de personas con las que tuvo lugar el conflicto. Por un lado, conseguiremos que tenga tiempo para hablar y por otro, que ceda el turno de palabra la otra persona para que se exprese.

3. Técnica del semáforo: Frecuentemente la conducta del niño no parte ya de la violencia física. Es importante identificar cuales son los motivos y el grado en el que las cosas le influyen. El semáforo es una técnica estupenda para lograr hacer tangible los sentimientos de tu hijo y que él mismo sea consciente de cómo la conducta agresiva está subiendo de nivel. Una vez identificado esto, podremos enseñarle que hacer en cada caso para lograr calmarse y así prevenir que no llegue a tener conductas demasiado agresivas. Por ejemplo, el rojo será pararse o alejarse de la situación, el amarillo pensar en soluciones y el verde dialogar y expresar nuestros sentimientos.

4. Yoga o meditación: Cada vez más la práctica del yoga se está extendiendo para los niños y ya no queda reservado solo a adultos. La meditación en niños está demostrado terapéuticamente que puede ayudarles en muchos aspectos esenciales: le permitirá tener un mayor autocontrol corporal, mejorar su respiración y encontrar la calma en esos momentos que parece que le cuesta más. Cuanto antes empiecen con esta práctica, más posibilidades tendrá de reducir ese tipo de conductas.
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